Observación clase número 5
Viernes 20 de marzo de 2015
OBSERVACIÓN
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REFLEXIÓN
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La sesión de este día iba de
10:10 am a 12:00 del mediodía, pero en el colegio tuvieron un horario
especial en el cual las horas eran de solo 45 minutos, por lo tanto la clase
comenzó a las 9:30 am; afortunadamente pude llegar a tiempo. Los viernes
quedaron estipulados como los días para dar desarrollo a mi propuesta
pedagógica, por esta razón la actividad de esta clase estaba destinada a
teorizar el concepto de cuento. Me pareció pertinente llevar a los
estudiantes algunas lecturas que hablan sobre la lectura como el principio y
fin de la escritura, donde se habla de la importancia de la lectura a la hora
de escribir; además de comentarios de varios escritores sobre el tema. El
paquete de copias contenía también un Decálogo para cuentistas del escritor
Julio Ramón Ribeyro, que expone una especie de “consejos” para aquellos que
exploran el mundo de la escritura. En este, se habla de la importancia de
contar una historia de principio a fin pero sobre todo de la veracidad de la
misma. A medida que les iba leyendo a los estudiantes el decálogo, iba
enfatizando en lo que quería decir cada cosa, para que quedara clara la
intención de pulir el cuento que a escribieron. También se leyeron algunos
cuentos, que hacían parte del paquete de copias, y se discutieron las historias
contadas en estos. La idea de
llevarles cuentos a los estudiantes surgió de la necesidad de mostrarles la
forma en que se escribe cuento, algo así como ejemplificarles el cuento.
Este día los estudiantes
estuvieron más inquietos que de costumbre. Fue necesario llamarles la
atención varias veces porque estaban muy desordenados. Sin embargo, luego que
vieron que no les iba a permitir tanto desorden, pues les hablé más fuerte de
lo acostumbrado, se quedaron en silencio, aunque no muy animados. Por esto,
les pregunté qué les pasaba y por qué no querían participar de la clase como
lo hacían siempre, me respondieron que era porque no querían clases, que ya
era viernes, que el lunes era festivo y, en fin, no querían hacer nada. Como
vi que estaban muy dispersos, empecé a hacer más dinámica la lectura de los
cuentos.
Les empecé a leer los cuentos
de ellos mismos porque todos querían saber cómo les habían quedado y cuánto
habían sacado. Les expliqué que esta primera nota era solo de entrega del
cuento porque este es el primer borrador del mismo. Les iba leyendo y
comparando la forma en que los escribieron con los cuentos que ya les había
leído. Como a medida que les leía cambiaba la voz cuando había varios
personajes y acentuaba bien cada palabra y
leí más fuerte, todos se quedaron un poco más atentos. Lo que tenía
planeado era mezclar las lecturas de los cuentos de ellos con los de las
copias, pero ellos insistieron en que les leyera los cuentos de ellos. Así lo
hice, aunque solo alcancé a leer unos cuantos cuentos porque la clase se pasó
muy rápida y en menos de nada se acabó. Así
culminé la actividad, aunque no logré realizar todas las lecturas que tenía
programadas para hacer, así los estudiantes no hayan puesto mucha atención
al principio, hacia el final por lo menos sabían de qué trababan los cuentos de
ellos mismos y se entusiasmaban al comentarlos. Los estudiantes se pusieron
felices cuando sonó el timbre, y yo me sentí tranquila.
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Esta clase se me presentó como
algo difícil pues desde el momento en que comenzó la clase y les dije a los
estudiantes que íbamos a leer; mientras les repartía las copias, todos
aludieron que no quería tener clase y mucho menos leer. Esto me hizo sentir
en aprietos en seguida, pues enfatizar en la importancia de la lectura para
poder escribir era el tema del día. De todas las clases que llevo hasta el
momento, en esta es en la que los alumnos se han mostrado más dispersos y en
desorden. Como la profesora Janeth ese
día estaba incapacitada no pudo asistir al salón y estuve sola todo el
tiempo. Afortunadamente, luego de discutir con todos que no era necesario
estar tan inquietos solo porque era fin de semana festivo, los alumnos
pusieron un poco más de atención y me fue posible culminar la actividad tal y
como la tenía planeada. Hacia el final de la clase, me di cuenta que a los
estudiantes les causa más entusiasmo, muchas veces, el discutir de manera más
amena y directa con el profesor, que solo sentarse a escucharlo. Cuando les
empecé a preguntar qué les pasaba, algunos se sintieron inquietos por mis
preguntas. Se me ocurre que esperaban que yo los ignorara de la misma manera
en que ellos lo hacían conmigo y cuando se dieron cuenta que más que leer por
leer yo quería que ellos disfrutaran y participaran de las lecturas; de otra
manera no tenía sentido la actividad, fue que empezaron a prestar atención.
Considero que lograr este trato directo con los estudiantes, conservando
obviamente las distancias necesarias, contribuye a una mejor comprensión de
los contenidos, ya que los estudiantes participan con más interés. Hacia el
final, solo quería que la clase finalizara, por esto fue un alivio cuando
sonó el timbre.
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